Las cintas sobre Harry Potter fueron hechas para fans. Eso es algo que espectadores comunes y puristas del libro nunca lograron comprender y es por ello que los que se acostumbraron al estilo de David Yates quedarán complacidos, habrá los que incluso sentirán que han recibido más de lo que esperaban.
¿Es realmente un final épico? Sin duda. Sólo que es congruente a lo que se ofreció a lo largo de siete películas previas y más que adecuado para lo que ofreció Yates en las cuatro de las que estuvo a cargo. A los que esperaban que al final el director cambiara la forma en la que trabajó durante cinco años fue un error.
Al final Harry enfrentó a Lord Voldemort como iguales y así lo hizo Daniel Radcliffe con Ralph Fiennes a nivel actoral. Fue en la última escena que Radcliffe demostró que si algo aprendió durante ocho cintas fue convertirse en un verdadero actor.
Alguna vez comenté que la infinita galería de personajes era tal, que no permitía que muchos de ellos se afianzaran. En esta ocasión tuvieron la oportunidad de redimirse, aunque siendo de nuevo una película de Yates pocos fueron los elegidos, pero los suficientes. Sin duda Neville Longbottom y Molly Weasley fueron los redimidos y serán de los más recordados en este desenlace.
¿Qué hay del guión? La queja perpetua de los puristas por las omisiones, por los acontecimientos prescindibles. Bueno, si la asesora del guionista Steve Kloves fue la propia J.K. Rowling fue porque comprendió que las cintas sólo eran una especie de “versión alterna” del Harry Potter que forjó en su imaginación y que incluso éste debe ser diferente al que plasmó en papel.
Los fans de las cintas sobre “el niño que vivió” quedarán satisfechos con el desenlace. Para estos fieles seguidores la última escena donde Harry, Ron y Hemione están juntos tendrá tanto significado que es lo único que cuenta.
Cinefilia: 9
IMDb: 8.7
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