Ya Darren Aronofsky nos había mostrado que tras bambalinas hay un mundo completamente adverso al que se muestra en el escenario, o en el cuadrilátero, como lo expuso en su cinta previa The Wrestler, un referente obligado a la hora de analizar Black Swan.
El director nos muestra que no hay nada más alejado del mundo del ballet que el concepto fragilidad; mientras que en los vestidores los luchadores viven un ambiente de camaradería, en los camerinos se lleva a cabo una encarnizada lucha por obtener el mejor papel, por esperar que el otro falle; el nuevo reto se vuelve aún más desquiciante.
Además de esa narrativa tan distintiva de Aronofsky, que nos sugiere una suerte de documental. Están esos personajes catárquicos que nos envuelven en su psicosis, ¿quién no se preguntó en más de una ocasión qué era real y qué ficticio en la elucubración de Nina? En una ya obligada interpretación de Natalie Portman que será recompensada con un Oscar.
Mila Kunis, como su personaje Lily, tiene la suerte de su lado, más por su belleza y carisma que por su interpretación; es el mundo en el que nos envuelve Aronofsky y que a la par nos engaña, lo que nos hace pensar que ella es o será el enemigo a vencer. Complementan un espectáculo perfecto las interpretaciones de Vincent Cassel y Barbara Hershey.
Cinefilia: 8.8
IMDb: 8.5
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